jueves, 19 de noviembre de 2009

Un día como hoy

Fue un día 20. Te mataron. Hace ya tantos años que no recuerdo el número, pero todavía me acuerdo de tu vigote y de tu loción Halston Z-14, tus cigarrillos finos y los besos que me dabas. Aquí en la foto estamos juntos, yo de niño, tu jugando a ser papá.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Oscar William Calvo habló para el país

Oscar William:. Un hombre, un rumbero, un hijo y hermano, un político, un soñador, un amigo, un padre, un joven que dijo como joven lo que pensó. Con él, Colombia tiene una deuda histórica.

Por Fabiola Calvo
Nunca le llamamos Oscar, ni Oscar William, siempre, para toda nuestra familia fue William. Luego en la vida pública, sus amigos y amigas salvo los de la infancia y juventud en Cartago, le llamaron Oscar, así Oscar a secas, un nombre con sonoridad, contundente, el nombre de un libra que mostró a Colombia en su corta vida pública, su faceta política, diplomática y soñadora, además del perfeccionismo que lo llevó a la entrega de lo que más deseaba.

Oscar William no fue un nombre que saliese de los tantos libros de Vargas Vila que leyera mamá y de los otros tantos que llevaba el viejo a casa. No, el nombre fue propuesto por las vecinas que lo llevaban y traían en brazos lejos de saber los acontecimientos 32 años después. Fue la vida de William corta e intensa, inmersa en el momento que le correspondió vivir: Una familia acorde con las normas católicas aunque no fervorosa practicante; estable, padre trabajador y madre dedicada a sus hijos. Un país que vivía una cruda violencia en el campo y que registraban los medios en esa prensa escrita que papá llevaba cada noche a casa y unos muertos que traía día a día el rio La Vieja en nuestro pequeño pueblo de 30 mil habitantes.

Claro que esa violencia no quedó impresa en los primeros cuatro años de vida de William en Pereira, ciudad que siempre tendría asociada al tetero que mamó hasta esa edad y que escondía cuando mamá nos permitía sentarnos en el portón de la casa para ver salir a los niño y niñas del colegio o ver regresar a nuestros hermanos y hermana de sus estudios; asociada a a los juegos con una pelota detrás de nuestra casa en la calle 27 con 8; al carro con balineras que construían nuestros hermanos Héctor y Jairo para bajar rodando por la cuesta.

Un día cualquiera nos trasladamos a Cartago, llegamos a una casa grande, sin más muebles que los indispensables, ubicada al lado de la carrilera. Nos decían los vecinos que por allí pasaba todas las noches un tren fantasma, con hombres que ya habían muerto. Nos desvelamos muchas veces esperando que pasara pero nunca lo vimos pero si escuchamos el sonido característico de esos viejos trenes, los que de verdad pasaban
....

Al lado de la actividad social y política llegaron los primeros amores, Hirma con H, Stella y otras tantas jóvenes que jugaban a tomarse en serio la vida. La verdad es que los días de William siempre fueron intensos, aún en ese nacimiento a la vida política, en ese despertar y aprendizaje del abc. Pero no dejamos de ir a la piscina o al parque de La Isleta aunque otras salidas, yo las prefería con el Héctor por rumbero, William estaba demasiado pequeño y Jairo con su sentido de intelectual sólo me invitaba a reuniones a cine o a teatro....

Así entre la cotidianidad, la familia y el compromiso político llegó a sus 28 años al Comité Central y al Comité Ejecutivo. Luego sería el vocero Oficial del Partido y el EPL en el proceso de diálogo y negociación con el gobierno de Belisario Betancur quien lo llamó para hacer parte de la Comisión de Paz. Durante este periodo lanzó la propuesta más atrevida que la izquierda hiciese: Una Asamblea Nacional Constituyente elegida por el constituyente primario, el pueblo, el ciudadano, la ciudadana con el objetivo de reformar la constitución para abrir paso a un proceso democrático en Colombia. Ese fue el origen de la actual constitución de 1991.

El 20 de noviembre de 1985 el centro de Bogotá fue militarizado. ¿Por qué? Cerca de las siete de la noche lo sabríamos. Oscar William Calvo Ocampo, fue asesinado en la carrera 13 con calle 42, dentro de una farmacia junto a Alejandro Arcila y Ángela Trujillo, dirigentes de la Juventud Revolucionaria de Colombia.

Fue asesinado con tan sólo 32 años, fue asesinado por el Ejército tal como lo dieron a conocer diferentes organizaciones de Derechos Humanos en Europa en un voluminoso documento “Terrorismo de Estado en Colombia”.

Murió un hombre, un político brillante, un rumbero, gozador de la vida, un avanzado para su momento, un hijo que reclamaba mimos y la lentejas que hacía su madre, un dirigente que le dedicó su vida entera a la revolución, a un cambio que nunca vio y que no hemos visto.

Noviembre de 2008

Fabiola Calvo, hemana, camarada, amiga

miércoles, 28 de mayo de 2008

LOS CALVO OCAMPO: una historia de sueños y dolor

Jairo Calvo, comandante Ernesto Rojas, y Oscar William Calvo, vocero Público del Ejército Popular de Libreración. En las montañas de Colombia (c. 1984-1985)

Por Germán Toro

Las historias de familia son también el registro de la historia del país. La cultura, el crecimiento económico, la superación, los dolores de la violencia y el desarrollo político de una región o una nación están escritos con historias de vida. Un ejemplo de ello es la familia Calvo Ocampo, que tiene sus raíces en el Eje Cafetero, especialmente en Pereira y Cartago. Su álbum de familia guarda los sueños de más de una generación soñadora que no renuncia, las cicatrices de la violencia que no cesa en perseguirlos, la sonrisa alegre de los festejos, las fotos de los triunfos de los que todo lo han superado; y sobre todo, el testimonio de la palabra, esa que al fin de cuentas, ha sido la principal arma con la que han buscado sus ideales. Como si hubiera sido poco, de nuevo en estos días de mayo, la mano asesina se ensaña contra ellos. Como muchas otras, los Calvo Ocampo merecen un lugar en la historia.

El más carismático, alegre, amiguero y también bohemio de los hermanos, Oscar William Calvo Ocampo, como muchos intelectuales, profesionales y dirigentes de hoy, desplegó su inteligencia y su rebeldía juvenil en las ideas del marxismo-leninismo. Muy joven formó parte del comité central del Partido Comunista M-L, brazo político clandestino del EPL. En los diálogos de paz durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), fue designado como vocero público del EPL, brillando en el escenario político nacional como el primer dirigente de la izquierda marxista en Colombia que propuso la Asamblea Nacional Constituyente como el escenario propicio para un gran pacto de Paz. Su brillo intelectual y su futuro político eran equiparables al de Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro Leongomez; con ellos dos conformaba un trío de adalides de la izquierda colombiana que arriesgaron todo porque la lucha política se desligara de la “combinación de todas las formas de lucha”. No más rota la tregua en ese proceso, la máquina de la muerte operó para quitarle la vida en una céntrica calle de Bogotá el 20 de noviembre de 1985. Se segó una brillante carrera política y una oportunidad para la paz. Estos asesinatos no cambiaron el rumbo, los miembros del EPL y su brazo político, transitaron de la lucha armada a la lucha política democrática, incorporándose al proceso político de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

En la Colombia de la tenaza excluyente del Frente Nacional y del Estado de Sitio permanente, Jairo de Jesús Calvo Ocampo, encarriló su inteligencia y compromiso social también en las ideas del marxismo-leninismo y como muchos jóvenes latinoamericanos de la época, optó por la lucha guerrillera. Fue conocido como el comandante “Ernesto Rojas”, máximo dirigente del EPL (Ejército Popular de Liberación). Su vida como militante revolucionario fue integra, ajustada ética y moralmente al idealismo socialista de los años setenta, sin las manchas de narcotráfico o actos de terrorismo. En los años ochenta, cuando lideraba en su organización una tendencia por una salida de paz, el abandono de la lucha armada y una apuesta a fondo para que las ideas socialistas se defendieran sólo mediante una acción política civil y democrática, fue detenido, torturado y asesinado cuando pretendía acudir, desarmado y sin guardas de seguridad, a una cita en el sur de Bogotá el 15 de febrero de 1987.

Héctor Calvo Ocampo nunca se involucró en las aventuras idealistas de sus hermanos revolucionarios. Apartado de todo asunto político, se dedicó al comercio en la ciudad de Cartago, a donde fue a buscarlo la máquina de la muerte. La ceguera contrainsurgente no le perdonó sus vínculos de sangre que lo hacían sospechoso de rebelión y le aplicó la pena de muerte en un restaurante de Cartago el 4 de enero de 1986. Por poco, ese día también asesinan a una de sus hermanas que por fortuna sólo salió herida. Fabiola Calvo Ocampo, licenciada en educación de la UTP, periodista y escritora, salvó su vida y la de su esposo e hijos, por la tortuosa ruta del refugio político en Europa. Una foto de su autoría, publicada en primera página por el diario LA TARDE, fue clave para demostrar que la policía si utilizó armas de fuego para reprimir una protesta cívica en el municipio de La Virginia en los años ochenta. Su brillo intelectual, su lucha por la sobrevivencia y su compromiso con la justicia prosiguieron su maduración en la civilidad europea, en donde fue reconocida con premio de periodismo por el Parlamento Europeo en 2007, gracias a sus trabajos a favor de las causas del feminismo y los inmigrantes.





Felipe Llano Calvo, poeta y lider cívico asesinado en mayo de 2008. Había denunciado en público la connivencia de políticos, narcotraficantes y paramilitares en Cartago, Valle.


Ahora, en mayo de 2008, la mano asesina de la intolerancia al servicio de intereses oscuros, vuelve a traer el dolor a los Calvo Ocampo. En la noche del viernes 16 de mayo, sicarios asesinaron a Andrés Felipe Llano Calvo al salir de su trabajo en Carrefour –Cartago. Era líder comunitario de la fundación “Amor Cívico por Cartago” y miembro del Partido Polo Democrático. También había publicado cuentos y poemas a su ciudad natal. Su único antecedente, según revela el diario El PAIS, fueron las denuncias públicas que sostenía en medios de comunicación contra políticos de la ciudad, aparentemente ligados a capos del narcotráfico. Había hecho públicas las amenazas contra su vida, pero la “seguridad democrática” fue incapaz de brindarle protección.Aunque corro el riesgo de que en el actual escenario de insensata polarización se distorsionen los contextos que recuerdo en esta columna, expreso mi pública solidaridad a la familia Calvo Ocampo por este nuevo hecho de luto y dolor. Lo hago porque a pesar del drama que los persigue por décadas, no hay en los que sobreviven sentimientos de venganza o rencor. Por el contrario, mantienen un corazón abierto, esperanzador; en pie de lucha sí, pero en la reglas de la democracia y la civilidad. Y, dándole aliento a toda la descendencia, está una mujer, aunque invisible para muchos, ejemplarmente fuerte frente al dolor: la madre y abuela Pastora Ocampo. Una frágil figura de mujer madura, que irradia valor, esperanza y reconciliación.


German Toro, compañero y amigo

ZuluagaGerman.toro@almamater.edu.co
Columna publicada en el Periódico La Tarde, 28 Mayo 2008